EL
DESPERTAR
DEL
DESPERTAR
DEL
KARATE SECRETO
“La consciencia
es la luz clara del corazón en las tinieblas”
La vida del hombre corriente se esfuma pensando cosas,
mientras hace otras cosas.
Pero lo peor es que, el hombre común suele pasar
por la vida montado a lomos del inconsciente sin ni siquiera saber qué es.
Se cuenta que un psiquiatra despide a la paciente:
-Bueno señora, el próximo
día trabajaremos con el inconsciente.
Y ella responde…
-¡¡¡Ay no, no creo que mi
marido pueda venir!!!
El inconsciente está en nosotros, inconsciente incluso
de ser inconsciente.
Porque si el cristal de la ventana es oscuro, uno
no puede ver nada con claridad.
Ese cristal oscuro de la inconsciencia hace que, por
ejemplo, el hombre trabaje mientras piensa en descansar.
Descanse mientras piensa en trabajar.
Realice un Kata mientras piensa como se hace el
Kata.
O incluso, puede que una vocecita interior le vaya
susurrando, muévete a la derecha, defiende. Ahora a la izquierda . Ataca.
Todo lo dicho anula la fresca consciencia y nos
torna en unos dormidos despiertos.
En los artes marciales de altura, se recomienda ser
puro como la flor de loto.
La flor de loto nace del barro pero no se ensucia nunca
con él. De hecho ni siquiera la toca.
La flor de loto recibe el agua de lluvia y su
pátina la deja resbalar por los pétalos, sin que ni siquiera la toquen.
La flor de loto se mantiene ante las tribulaciones,
con una pureza diamantina.
De igual modo, la mente debería no ser tocada por
los estigmas del pensamiento ni del sentimiento.
Es denominada entonces no-mente, que no es lo mismo
que no tener mente.
No-mente es la percepción clara y viva que da pie a
la fluidez, la continuidad, el cambio, la no-resistencia… y que anima a todos
los artes marciales de alta alcurnia, y también
al KARATE.
La mente en KARATE debería estar pura, libre del
apego a la polvareda de pensamientos o sentimientos.
Pura como un espejo.
Un espejo que lo refleja todo y no atrapa nada.
El espejo refleja TODO lo que pasa frente a él.
Pero cuando el objeto en cuestión se aleja no
necesita seguir reflejándolo.
No quedan marcas ni huellas en el espejo.
La mente-espejo no necesita reflejar nada.
El artista marcial, vive sonámbulo entre el deseo y
el temor de despertar. Así, es frecuente percibir como el artista marcial y el
hombre en general, permanece dormido en sus pensamientos, durante el MOKUZO
(meditación al principio de una sesión) y durante el TEGUMI (encuentro de manos
pegajosas) o en cualquier situación.
Es más, todos estamos dormidos mientras caemos en
los brazos de Morfeo, y también estamos medio-dormidos cuando estamos
despiertos.
Quiero decir con esto que el estado de vigilia es
sumamente frágil.
Nuestro pensamiento nos deja tocados con cierto
descenso del rendimiento en KARATE. Cuando sabemos las técnicas de memoria, funcionamos
como un autómata que piensa otras cosas. Cuando intentamos aprender algo,
funcionamos estresados pensando, cavilando, como una máquina registradora
La inconsciencia continua supone que, cada una de
las tres facultades del hombre: acción, pensamiento, sentimiento va en una
dirección diferente, haciendo lo que haya que hacer mientras pienso en hacer
otra cosa y siento que no me gusta estar ahí. Y así perdemos el equilibrio
interno.
El equilibrio espiritual.
Del mismo
modo, todo sufrimiento en la vida se desarrolla en un escenario marcado por el imperio
del pensamiento que nos torna en un agobiante estado inconsciente.
Ahora bien, las buenas noticias son que, cuanto más
conscientes nos volvemos más traumas internos se curan y más se afianza la
salud de la persona.
Cuanto más despiertos estamos más disminuyen las
prisas, el temor, la ira, el odio y todas las emociones negativas.
Y paralelamente pero en sentido contrario, cuanto
más despiertos, más brillamos con una bella energía que nos da fuerza. Y, gozamos
de una energía y vivacidad en aumento.
Despierto supone estar más vivo.
Más energético.
Más poderoso.
El buen artista marcial, de talento elevado,
aprende a ser espontáneo, y lo será en la medida en que está despierto.
El despertar es el camino de la espontaneidad tan
necesaria, imprescindible para desarrollar la cristalina “mente de combate”
durante el entrenamiento de TEGUMI y para las KATA bien hechas, o la “mente
para vivir más feliz” la mente despierta como el agua cristalina que alborea en
la candorosa nieve de las encumbradas cimas.
Nunca se ha subrayado lo suficiente que, estamos
vivos en la medida en que estamos despiertos.
El despertar es el camino de la vida.
Normalmente cuando una persona realiza una técnica
de KARATE, es consciente, en el mejor de los casos, de la técnica que está
haciendo, pero no es consciente de quien la está haciendo. Lo que convierte al
ejecutante de la postura en un personaje tan irreal e insustancial como las
fantasías sobre las que se desliza.
Hay que desarrollar por tanto, una presencia
continua mientras se es consciente de que uno mismo es el que hace tal o cual cosa
hermosa.
Estos nuevos instantes de plenitud, despiertan sin
duda el aliento de cada eterno presente.
Pero la consciencia es el suceso mental mediante el
cual la mente se observa a si misma y a todo lo demás. Por eso es imposible
barrer los pensamientos molestos que nublan la consciencia, porque en la mente
no hay nada más que la mente. Y que la mente trate de controlarse a sí misma
por medio de si misma, sería como lavar sangre con sangre, o como perseguir al
ladrón tocando el tambor.
Aunque no debemos de preocuparnos, hay un método
sencillo que propone el ARTE MARCIAL para encontrar la frescura clara de la
consciencia. Sin embargo, para ello será necesario explicar como se desarrolla
el suceso perceptivo de la consciencia.
Y para tal fin, pondremos el prosaico ejemplo en el
que “yo me como una gamba”.
Según yo alcanzo a comprender, en el proceso de
comer una gamba tenemos tres áreas de la percepción:
AREA PERCEPTIVA
Nº1.- “La gamba”
AREA
PERCEPTIVA Nº2.-
“Yo”
Para decirlo con otras palabras, lo que ocurre en
mi interior mientras como la gamba, las emociones
y pensamientos que se
desarrollan mientras como la gamba.
AREA
PERCEPTIVA Nº3.- “Yo comiendo la gamba”
El proceso entero. La consciencia propiamente
dicha.
Pasemos esto a la realización de una técnica de
karate. Un karateka ejecutando un gedan-barai:
AREA
PERCEPTIVA Nº1.-
El
gedan-barai
AREA
PERCEPTIVA Nº2.- El karateka.
Es lo que ocurre en el interior del karateka
mientras realiza el gedan-barai, las emociones
y pensamientos que se
desarrollan mientras desarrolla la técnica.
AREA
PERCEPTIVA Nº3.-
El
karateka realizando el gedan barai.
El proceso entero. La consciencia propiamente
dicha. Como si observáramos todo el proceso desde atrás.
Volvamos a comer la gamba:
Las AREAS PERCEPTIVAS se ordenan en orden
creciente, cada una engloba a la otra. La 2º engloba a la primera, y la 3º
engloba a las otras dos.
La consciencia funciona como una linterna.
La luz es el foco de atención.
La linterna se encuentra enfocando desde la
estación precedente. La linterna es la identificación de la persona, con lo que
se identifica la persona.
Si soy consciente de la gamba. La luz enfoca la
gamba, y la linterna que enfoca desde la estación perceptiva precedente, soy yo
mismo. Me encontrare entonces identificado conmigo, con mis pensamientos y
sentimientos, pero eso no es ser plenamente consciente.
Mientras que si la luz me enfoca a mí, la linterna
se encuentra enfocando desde la estación perceptiva precedente, que es la nº3.
Me encontraré identificado con todo el proceso perceptivo. Con la gamba,
conmigo mismo y con el proceso entero.
Identificado con la estación nº3, estaré
identificado con TODO el proceso global, que por supuesto gravita en torno a un
centro. Me refiero al centro de la persona que está realizando el proceso.
De lo que hasta aquí se ha dicho, se sigue que, la filosofía
en los senderos de las artes marciales antiguas conducen al horizonte de entendimiento
que descansa en el supuesto confirmado de que todos “estamos controlados por nuestras identificaciones, pero controlamos
aquello con lo que no estamos identificados”.
Al igual que la respiración, el acto de
identificación es tanto voluntario como involuntario. Si nos identificamos con
alguna de las dos áreas primeras, nuestra salud se pondrá a pique por el daño
de la identificación.
La identificación con los sentimientos y
pensamientos, hace que nos involucremos en ambos y que la huella que deja en
nosotros nos haga daño.
Pero si nos distanciamos de esas dos estaciones
poniendo el testigo de observación en la estación nº3 ¡¡¡PERO SIN PERDER EL
CENTRO!!! se tiende a rebajar el nivel de tensión maligna, habrá disolución de
todo daño, no habrá consecuencias negativas para la plaga que sufrimos en la
vida actual, porque no estaremos identificados con el proceso cambiante de las
estaciones nº1 o 2, y con la sobreexcitación neurótica que produciría.
Tendremos la sensación de estar fuera de la cabeza. Estaremos por el contrario
con la sensación en el centro del
abdomen con la quietud de un centro en clama y como observando el conjunto desde atrás.
Esa es la sensación.
De modo que si miramos las cosas desde nuestro
punto de vista, veremos sólo nuestro pensamiento analítico y nuestros propios
sentimientos. Miremos las cosas desde nuestra espalda, con la sensación de
centro, y descubriremos su verdadera naturaleza. Pues el pensamiento analítico
y los sentimientos granjean prejuicios, mientras que la verdadera naturaleza es
neutra y clara.
Y en esa naturaleza neutra y clara, desaparece la
división entre técnica y karateka. El
karateka se pierde en la actividad hasta desaparecer él mismo (como ego).
Ya no se mueve, el movimiento se mueve sólo desde
un centro en calma.
Esta técnica encarnada tiene lugar en el vacío más
absoluto.
Un vacío que es el espacio de todas las técnicas.
Así es como el karateka, entregado en cuerpo y alma
a la técnica, es como la flauta a través de cuyo corazón, la resonancia de las
acciones se transforma en música.
Ahora, lo suyo es añadir que por muy extraño que
parezca, despertar la consciencia no es nada extraordinario, sino más bien algo
ordinario, aunque también hay que decirlo, es algo excepcional que no suele
darse con frecuencia en el hombre común.
Cuando comienza a aurorar la consciencia, nuestro
interior se armoniza porque pensamiento, sentimiento y movimiento, desnudos y
sin disfraz, se unen al unísono en un solo fenómeno.
Cuando somos conscientes, todo lo indeseado se
detiene.
El proceso de la consciencia es inversamente
proporcional a la retirada de los sentimientos y pensamientos indeseados.
El cambio de uno por otro será automático.
Si ahora mismo lo experimenta podrá decir, “el
pensamiento llamó a la puerta, abrió la señora consciencia y afuera no había
nadie”.
De hecho, al ser conscientes, todo lo demás que no
sea la consciencia pura no tiene cabida en nosotros. Es algo tan natural como
la vida misma.
Eso me recuerda a la mujer que se dispone a hacer
cierta necesidad entre dos coches, y en el momento que se siente observada se
retirará a toda prisa.
El pensamiento se retira a la misma velocidad.
Y ahora debe reparase en que, cuando realizamos una
técnica de KARATE, normalmente empieza a pulular el indeseable pensamiento.
Si cuando realizo la técnica, mientras pienso…ahora la derecha, avanzo y espiro…en ese momento, la postura como tal,
desaparece para mí porque se ha transformado en una mera representación mental.
Ahora puedo juzgarla, pero la técnica ya no se explaya con la frescura diáfana
de un puro despertar.
Pero cuando podemos hacer la postura sin verbalizar,
esa consciencia fresca es MEDITACION. Estamos en inmaculada MEDITACION. Puro
MOKUZO.
Y es cuando merece la pena añadir que, cualquier
cosa que recreemos así será una MEDITACION. Fresca MEDITACION. Gozosa
MEDITACION.
Toda la vida puede ser una MEDITACION.
Caminar es MEDITACION.
Comer una gamba es MEDITACION.
Todo es MEDITACION.
Vivir puede ser MEDITACION.
Te voy a alentar con un camino real y sencillo del
despertar para la necesaria y casi urgente aventura de la consciencia. Una
experiencia de un sol que hace desaparecer el invierno del espíritu.
Dicha experiencia se puede realizar mientras hace
la “sentada” del MOKUZO al principio de la sesión, o se puede practicar
mientras espera que un semáforo se ponga en verde.
Lo primero será disolver las tensiones de la parte superior del cuerpo con una
espiración profunda como un suspiro
interno.
A continuación toda la energía del pensamiento se
instala en el cuerpo, es como cambiar
pensar por sentir.
Dejar de
parlotear
en el interior y sólo ser.
Y ese “ser”, esa sensación se instala en el centro del abdomen.
Por último nuestro campo de consciencia se expande en todas direcciones y somos testigos de
todo, incluso de nosotros mismos como si
nos observásemos desde atrás.
Observarse desde
atrás.
Con la
sensación en el centro.
Sin perder el centro.
Nunca perder el centro.
Puro centro.
Pero si no lo logra, simplifique:
Simplemente observe.
Observar es MEDITAR.
Sólo observando, sin más detalles, también se
llega.
No sea como ese conductor
que se complicaba más de lo necesario con este argumento:
-¿puede tomar el volante? tengo que rascarme en dos lugares al mismo tiempo.
-¿puede tomar el volante? tengo que rascarme en dos lugares al mismo tiempo.
Y siempre queda el consuelo de que, al igual que cualquier
loco se empieza a curar de la locura cuando se sabe loco, ser conscientes de lo
inconscientes que somos, es el camino de curación del alma. Si ni siquiera nos
damos cuenta, no habrá vivencias.
Dijo una tonta a un tonto: -Nos casamos. Y el tonto responde -¿con quién?
Pero si nos sabemos inconscientes, ya estamos en el buen camino.
Ser conscientes de que somos inconscientes.
Conscientes
de la inconsciencia.
Eso ya es
ser un poco consciente.
Concluyendo y sin ánimo de redundar, hagamos lo que
hagamos, no convendría olvidar que nos
debemos observar con frescura intensa, desde atrás y con sensación de centro.
Sólo así nos encontrará la
iluminación.
Esa simple sensación de ser
uno mismo en plena forma.
De ser un dilatado espacio interior de quietud.
Un vivo espacio interior de
silencio.
Una energía interior en el
centro del abdomen.
Y con esta nueva bonanza, todo lo que nos dominaba o
atenazaba se disuelve.
No hay que esforzarse, ni enfrentarse, ni luchar contra nada.
La vida del karateka se vuelve intensa en cada nuevo
instante.
Artículo Original de Félix Bargados
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