La vida interna del karate secreto.

LA VIDA INTERNA DEL
KARATE SECRETO
                                             


“Ser es ramo del pensar…y del sentir”

Se me antoja sencillo añadir en cuanto a esto, que los pensamientos echan raíces en palabras, y estas germinan en acciones. Las acciones florecen en hábitos y estos subliman en carácter.

La filosofía del KARATE SECRETO y del  arte marcial en general por extensión, es ese amor al saber tan especial que nos estimula a indagar sobre verdades de la vida, sin despreciar, pero sin atender a creencias típicas de la fe religiosa y sin las restricciones científicas a campos teóricos concretos probados más allá de toda duda razonable.
La filosofía del arte marcial, cualquiera que sea, atiende a cuestiones capitales de la vida secreta interior que nuestro órgano interior de la percepción fina, atisba, si estamos muy alerta, porque siempre están delante, o mejor detrás, de nuestras narices si las sabemos ver. Y de este modo, nos brinda un buen camino de vida como regalo de transformación interior, al esclarecer nuestro pensar y enseñarnos a actuar de una nueva forma edificante.

Los artes marciales son como las raíces de un árbol, todas llegan tarde o temprano al tronco, donde comparten el mismo tesoro filosófico que ha sido dado a todos, pero que ya ha sido olvidada por algunos. Esta filosofía marcial que nos seduce es filosofía de la vida que cualquiera podría deducir por si mismo. Apta para todos, sencilla. No es la típica senda con muchas intersecciones que conducen de la nada a ningún lado, ni como el típico tópico:
Acaba el profesor de filosofía de dar una conferencia y añade
-Bueno ya está, si ustedes me han comprendido bien, es que me he explicado mal.
Esta es filosofía sencilla. Es la filosofía del hombre existencial que busca armonizar consigo mismo y con el universo para florecer con sabia nueva en todo su esplendor hacia la propia rama personal de cada uno en busca de luz.

 Demos cuenta de como el TEGUMI (combate) del KARATE SECRETO está imbuido de la filosofía china que también abarca al Tai-chi, Xhin-gi, Pa kua y artes similares que no han perdido su esencia original con el paso del tiempo, y el paso de una cultura a otra.  Y yendo más allá, debo añadir que todo lo que aquí se dirá, aunque está enraizado en los artes marciales chinos, no es privativo del arte marcial chino, ni del arte marcial en general, sino que tiene un valor humano de alcance universal y nos concierne a todos por igual. Porque se trata de ver la realidad tal y como es, en toda su simpleza y complejidad.

Pues bien, esta filosofía nos tiende un puente dorado para la vida óptima, lleno de plena aceptación de la propia responsabilidad, y de asentimiento sobre las consecuencias de los propios actos; motivando al karateka a encontrar su  particular camino “DO” del KARATE-DO. Y a conducir el fluido de su propia vida al estado de mejor bonanza, en armonía con el ritmo que opera en toda la existencia, evitando  el peligro de la “actitud reactiva”, que en un sentido más prosaico se entiende como sigue:
Si le dan un improperio, usted respondiendo con la recíproca, da otro en respuesta.
Si alguien famoso usa una moda concreta, usted también.
Eso sería reaccionar por reflejo condicionado como lo haría el perro de Paulov. Las glándulas salivales, se activan al ver la comida y oír una campana, hasta que después de varias repeticiones del fenómeno, sus glándulas salivan con solo oír la campana. Ser reactivo es vivir con el piloto automático puesto o dejarse arrastrar por la corriente, dispararse como un  automatismo en ese acto reflejo involuntario que es un verdadero riesgo para el artista marcial consumado.
El riesgo de la sensación de no tomar las riendas.
La sensación de nos ser el dueño de uno mismo.
Ser presa de la reacción.
Ser prisionero.


Provechosa nos parece en cambio la “actitud proactiva” que nos propone el KARATE SECRETO y el arte marcial verdadero, en general. Su gloria consiste en controlar la reacción como un reflejo dirigido pero sin intervención de la mente, sin dejarse llevar por la corriente, sin dejarse llevar por la bestia interior y por su respuesta automática. Calcular las necesidades, ser diligente, pero actuar en el preciso momento y con la acción adecuada en fuerza y velocidad, no siempre al límite de las posibilidades. Traducido esto al arte marcial puede entenderse con el ejemplo de que, si le lanzan un reloj de oro, lo coge al vuelo con la precisión y prestancia que merece ese objeto valioso, pero si le lanzan un erizo de mar que pincha, se apartará y no lo cogerá. Así de fácil en esa situación, aunque para transferirlo a toda situación de la vida hay que tener la audacia de entrenarlo en EL KARATE con el rigor que se merece.
La audacia de sentirse tomando las riendas.
La audacia de ser el dueño y señor de uno mismo.
La audacia de poder elegir.
La audacia de ser libre.
LIBERTAD.

Ahora, si se trata de dar un paso más, lo suyo es añadir que,
no hay que resistirse, sino moverse en acción favorable. Moverse de acuerdo a las cosas (Ju).
Con la suavidad de no interferencia.
Y esto significa vivir la vida cotidiana, en vez de seguir un propósito que no hay que estar en oposición frontal a ningún problema, pero tampoco quedarse quieto. Hay que fluir con la corriente del río.
No dejarse.
Fluir con los acontecimientos cautiva por su elegancia.
En constante flujo de benéfica calidez.
Sin embargo la paradoja se disuelve significativamente cuando entendemos que hay que actuar proactivamente, pero con la suavidad de ir siempre a favor de las circunstancias. Eso es fantástico. Eso es “Ju”.
La suavidad de un flujo del que emana la calma.
Fluyendo en armonía.
FLUYENDO.

Lo dicho puede parecer paradójico cuando se combina con la siguiente maravilla de la filosofía del KARATE SECRETO para la vida, esta  es que, haya que hacer lo que haya que hacer, hay que hacerlo sin esfuerzo (Kiawase).
No hay que insistir, hay que actuar a favor.
En armonía, como se suele decir al estilo de sabiduría china: haciendo sin hacer.
Así, en el TEGUMI se enseña brillantemente a actuar con la energía elástica sutil en vez de la fuerza bruta.
Haciendo sin hacer.
En acción apaciguada con la corriente de la vida.
La clave del éxito es que en todas las circunstancias cuando fluimos con la corriente, hay que dirigirse a la orilla del río que nos arrastra, sin esfuerzo, sino más bien con pequeñas brazadas con calma, vigor y plenitud que no se opongan a la corriente.
En una acción favorable a la corriente.
 Y en base a esto, hay un placer en comportarse como el agua, suave y no dejar rastros de actividad que nadie puedan usar contra uno mismo, “haciendo como si no se hiciese” y “viendo como si no se viese”.
Actuando sin actuar.
Haciendo sin hacer.
SIN HACER.


Y seamos conscientes en paralelo que, cuando se actúa desde el “Ju” todo se vuelve espontáneo desde lo más profundo del corazón (Hen-o).
Con la libertad absoluta de sentirse muy espontáneo y natural.
Demos cuenta con todo que la naturaleza, el corazón, el estómago funcionan automáticos en el sentido de espontaneidad. Permitamos que nuestra mente también funcione automática.
De manera perfectamente natural y transparente.
Es decir, saltar a posta hacia el desconocimiento del prejuzgar, rompiendo las cadenas que nos atan a ciertos pensamientos y sentimientos, aunque la verdadera excelencia consiste en no permanecer en la doble atadura del “deber de no estar atado”. Porque estar atado es una atadura, y el deber de no estarlo, otra.
Con espontánea transparencia.
Hay que entregarse al vértigo fantástico de ser como la superficie del agua que refleja todo y no atrapa nada. Quiero decir con esto que la mente puede pensar lo que quiera y sentir lo que quiera, faltaría más, pero hay que estar desligado de ello. Sólo así la mente libre puede ser espontánea y que funcione por si misma.
Con una vibrante espontaneidad de belleza humana específica.
Como esquivar espontáneamente un objeto que arrastra la corriente de agua contra nosotros, o como cerrar los ojos en protección cando una rama llevada por el agua impacta contra nuestra cara.
No debe haber deseo de actuar.  Simplemente espontáneo.
Ni de dudar. Simplemente espontáneo.
Ni pasión que nos apegue a algo, abierto a todo y apegado a nada, espontáneo.
Y permanecer totalmente receptivo, con la holgura de una copa vacía presta a ser llenada. Con sencilla espontaneidad.
Totalmente espontáneo.
ESPONTÁNEO.


Para ello hay que limpiar cuidadosamente la mente con la meditación (Mokuzo). Y desarrollar con asombro desinteresado, una intención fuerte con el exquisito “trabajo con la energía interna” (Kiko-geiko) para cuando se actúa. Esa intención debe ser como estar en el mundo sin ser de este mundo.
Calmado en el interior.
Como la propia luna reflejada en el agua. Puede que las aguas se muevan, pero la luna mantiene su quieta serenidad, respondiendo a los mil cambios del agua imperturbable.
Solo escuchando la clama.
Ese es el concepto de “Tan-tien” en artes marciales.
Mientras se escucha la mente se acalla más y más.
 Permanecer imperturbable en el centro del huracán de las situaciones  con el “espíritu como la luna” (TSUKI-NO KOKORO). Existe sin embargo, otra traducción del “espíritu como la luna” que no se contradice con lo anterior, sino que más bien la completa. Esta es la imagen que nos evoca que el espíritu debe abarcar todo lo que nos rodea, al igual que la suave luz de la luna ilumina todo el paisaje. Y aunque las nubes de temor y nerviosismo se interpongan, percibir el todo más que las partes, al igual que con la fría luz de la luna se percibe el todo no los detalles.
En silencio sólo escuchando.
 A menudo se olvida que es más importante es ver que mirar. En el ámbito del TEGUMI se dice: “como mirar una montaña lejana”, e imperturbable, que nunca nos roben una mirada. Es este estado de desbordante vivacidad de la mente (Shin) que se refleja en la brillantez del rostro y se manifiesta en la chispa alerta de los ojos de mirada feliz. Y es el típico aire de poderío digno que se aprecia el toque de majestuosidad de un león en alerta, aunque más refinado y de benéfica calidez; dispuesto a actuar con la belleza extraordinaria de un reflejo en el espejo.
Sigamos escuchando hasta que la mente se quede calmada.
En tal sentido, la mente podrá disponer esa limpieza y seremos capaces de  contemplar la vida desde esa libertad, fluidez, adaptabilidad de manera que seamos uno con el entorno, y trascendamos hacia la doctrina del vacío.
La calma del vacío.
CALMA TOTAL.


El vacío (Kara) es el común denominador, y un recurrente hermoso en el KARATE. Y de ahí el termino KARA de KARATE, con su entrega habitual a los ejercicios de silencio interior.
Un silencio existencial.
Y al igual que el valor de la casa son sus paredes, pero la utilidad de la misma es su vacío interior; el valor del KARATE puede que sean sus posturas, pero la utilidad bienhechora reside en el tremendo interés viene del molde intacto, del molde sin tallar, del vacío.
Un vacío que aún en el tumulto se escucha en silencio.
Aún en la acción más violenta se escucha el silencio.
En el vacío silencioso no hay nada, pero todo proviene de él. De modo que el vacío, más que vacuidad es plenitud. El vacío está pleno de vibrante vida y de amor por todo. Y esto es porque no tiene contrario. Y como el bien y el mal duermen en la misma cama…es necesario aceptar los contrarios de toda situación, reposar en el vacío entre ambos y así poder balancearlos.
En un silencio que surge espontáneo.
El vacío puede abarcarlo todo y todo proviene de él.
Cualquier sonido puede llenar ese vacío total.
Cualquier acción puede llenar el aquietamiento total.
Puede abarcar ambos opuestos, el IN y el YO, y no hay nada excluyente en él. Es así como llegamos a la conclusión de que hay que aceptar las cosas en silencio, como son, el IN y el YO, y las personas. Sobre todo hay que tomar a las personas como son, no existen otras.
Mientras nosotros seguimos en la aceptación de todo a través del silencio.
La mente se aquieta más y más en el silencio.
El silencio más absoluto.
Sólo silencio.
SILENCIO.


Y ahora que nos hemos metido de lleno en la idea de los opuestos (IN-YO), nunca se ha subrayado lo suficiente que “no se consigue algo por nada”. Desde la noche de los tiempos esta idea se conoce como la “ley del efecto contrario”. Se fundamenta en que si alguien se excede un poco en algo, genera el efecto contrario.
De modo que el equilibrio brille con luz propia.
La explicación a este fenómeno natural es que todas las cosas de la naturaleza son producto de dos polaridades Y esto es fácil de entender. Sabemos que no se puede decir deshonroso sin decir honroso, y  sólo si algo es feo es porque se compara con lo bello. Y todas las cosas se pueden nombrar porque tienen su contrario. Lo alto es en relación a lo bajo. De modo que cuanto con más intensidad hacemos algo, más pronto aparecerá su contrario.  En cuanto llega a la cumbre, si sigue caerá por la ladera opuesta.
Dicho así y como no puede ser de otro modo, todo polo tiene en su interior el  germen  de su  opuesto.  Es  decir, incluso a pleno día hay oscuridad en las sombras, y a medianoche encontramos siempre un resquicio de claridad.
Todo se mueve hacia el opuesto. En la rueda de la vida, las polaridades están en continuo cambio y movimiento. Tal y como se expresa en la filosofía oriental: “después de la fama viene la difama”. Todo triunfo comporta en su interior la semilla del fracaso. Por eso conviene aprender a mantener un equilibrio de funambulista, unas veces ir a la derecha y otras a la izquierda. Y por tanto conviene no hacer nada al máximo y saber detenerse a tiempo.
El equilibrio es la bendita experiencia que necesitamos.
Dado el excesivo desequilibrio que tiene el ser humano hacia el lado visible, exterior, fuerte y tenso de la vida es mejor tomar  primero consciencia del otro lado, suavidad, interiorización, relajación (IN). Para finalmente lograr un equilibrio entre ambos.
Un equilibrio que transforma al hombre.
Porque, si estamos dispuestos a permanecer en el centro de cualquier hecho, en equilibrio balanceado, entonces podemos ver los dos polos de cada cosa.
Un equilibrio que integra en fantástica aceptación.
Y entonces la moderación en seguir el camino del medio será posible. Ni mucho ni poco.
El equilibrio justo.
Porque la vida florece del cambio y el cambio es posible por los desequilibrios. Pero estos deben estar balanceados.
En equilibrio justo.
Sólo equilibrio.
EQUILIBRIO.
      

En definitiva, la solución simple a todo problema complejo, es ser uno mismo, que la mente no se vea entorpecida por los objetos externos ni perturbada por las ideas o emociones. Liberarse del apego sin temor. De este modo, cuando alguien se funde en todo lo que está haciendo, se transforma en ser, asimilar las cosas a nuestra naturaleza (“TE” de KARATE). En lugar de hacer, “ser”. Ser KARATE en lugar de hacer KARATE. Valga como ejemplo de entre los muchos, el de un niño que, como cualquier niño sano puede bailar con frescura sin necesariamente saber bailar. Eso es natural, su fase primitiva. Pero sus padres avezados en el ideal del: “No hay porqué bailar, pero de bailar hay que bailar bien”, optaron por llevarle a una escuela de danza para que aprenda a bailar. Entonces cuando baila, podrá ser menos natural que antes. Más  antinatural porque esta desarrollando su fase sofisticada. Sólo cuando olvide la danza rígida, podrá ser un artista, podrá tener no-técnica. No a no tener técnica, sino a tener no-técnica, y tener la bendita experiencia de ser libre como el encanto de niño que fue en un principio.
Libre de ser en lugar de hacer.
Y esto es la explicación que se entiende de la tan famosa cita oriental:
Al principio ví las montañas como montañas. Después las montañas ya no eran las montañas y al final las montañas volvieron a ser las montañas.
De esta cita se puede extraer que:
Al principio un puñetazo era un puñetazo. Después el puñetazo ya no lo era, sino que era un Zuki. Después el puñetazo volvió a ser el puñetazo.
Es decir, primero se viene de ser natural sin saber nada. Después se aprenden los patrones, y por último se disuelven los patrones para volver a ser libre y natural.
La libertad natural de ser.
Eso es el “TE”. Y no hay mejor filosofía, ni menor lastre, ni mayor regalo que esta vivificante virtud.
La de ser en lugar de hacer.
Ser KARATE en lugar de hacer KARATE.
Sólo ser.
SER.


Tampoco está de más que plantemos cara a los dos tipos de ordenamientos en la vida. El primero huele a “desesperación ordenada y perfeccionista”. Que es el ordenamiento perfecto de las cosas que bulle desde el fondo de nuestra la cabeza, tal y como bulle la lava candente.
Lo suyo es reconocer que este ordenamiento mental de las cosas que nos rodean es demasiado perfeccionista y cuadriculado para ser natural y espontáneo. Cuando un lego con opiniones ya formadas, realiza un movimiento de KARATE, en su mente instantánea preconcibe como una sombra, la dinámica perfecta o correcta de hacerlo a las más altas instancias.
Mientras que, por el contrario, la verdadera forma del KARATE carece de imagen preconcebida y de forma dogmática. Se adapta como el agua. De ahí el dicho sugerente de “ser como el agua” (MIZU-NO-KOKORO). El agua no posee una imagen preconcebida de adaptarse a las cosas. El agua se adapta al recipiente que lo contiene sin imagen preconcebida. Y además queremos entenderlo y juzgarlo todo según entendemos las palabras. Las palabras no vienen mal, lo malo es entenderlo todo con juicios de palabras, y de ahí surge el mundo de maya que nos acerca peligrosamente al predominio del alma detestable de nuestro ego, separado del mundo real.
Queremos que una técnica de KARATE o un asunto de la vida se perfile definido con perfección geométrica y que nos digan el comportamiento exacto y dogmático que debemos de tener. O sea, que nos enseñen el camino perfecto y a ser posible, el mismo para todos.
El otro lado de la cuestión es el ordenamiento del mundo que obedece a su bella e imperfecta complejidad (Wabi-sabi). Como las betas de la madera o la fibra muscular. En definitiva, que en la corriente de agua  que nos arrastra, no hay que nadar perfecto, hay que nadar bien, acorde con el flujo. Y como el flujo no es geométricamente perfecto, nuestros movimientos al nadar tampoco, porque tiene que ceñirse al flujo. Así es la naturaleza, y también nuestra naturaleza básica, imperfectamente ordenada.
Una imperfección de hermosura autenticamente humana.
Sustancialmente diferente para cada uno de nosotros y ligeramente diferente para cada momento particular.
De autenticidad vibrante.
Es evidente que estamos en una filosofía donde el camino a seguir es el camino de cada uno, el camino de otros sienta como el agua al aceite, pero el camino de cada uno es como agua para chocolate, porque nadie coincide pintando dos mapas iguales sobre el mismo territorio.
Cada cual es auténtico. Y la autenticidad es lo natural.
Una autenticidad imperfectamente humana.
Autenticidad humana.
AUTENTICIDAD.
Para completar el panorama, hay que agregar que, el ARTE MARCIAL, sea el que sea, nos enseña a dejar de analizar para actuar, evitando así los momentos de “parálisis por análisis”. Nos enseña a actuar sin interferencias de la mente, como podría ser querer hacerlo todo perfectamente bien. Pero como nosotros ya sabemos que lo perfecto es enemigo de lo bueno, hacerlo bien es una interferencia.
Así que, mejor expresarse con honestidad y transparencia, y en este proceso, uno auto-descubrirá lo que molesta desde el ingrato rincón del ego. De modo que, al final la filosofía del ARTE MARCIAL cumple un doble propósito:
Expresarse y conocerse.
                                  Artículo Original de Félix Bargados

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